Tengo un poco alma de contable. Odio los números, pero a la vez registrar cifras es un bálsamo para mí. El Excel me permite cuadricular el mundo, escenarios posibles. El bueno, el feo y el malo.
Coloco cantidades pasadas, presentes y futuras. Veo cómo varían y así me trato.
Construyo en un soliloquio. Imagino mis posibilidades. Llevar la contabilidad de una empresa tiene mucho de creativo, atrapar en forma de celda recuerdos de viajes, comidas o el miedo a la contingencia.
No hay nadie más miedoso que un contable.
El Excel es la falsa ilusión de control. Todo lo aguanta.
Al final del mes, del trimestre, del año, me susurra. Es un amante exigente de metodismo y devoción.