PAN DURO

Este abrazo venenoso que no me das, que me prestas, es una petición para rechazar la verdad de mutuo acuerdo. Y yo lo veo, tranquilo, y subo la apuesta besando tu mejilla tostada por el sol, enrojecida de demasiadas escapadas al aire libre. Intento no caer en tu hechizo, pero soy solamente un ave, cobarde, un gallina al que se le cae la baba por ti. Por eso caigo, exhausto, en tu trampa. Otra vez. Se me ha olvidado la polar, se me ha olvidado la estrella preciosa y brillante que me puse como guía para no mirarte. Para no verte fluyendo por el mundo, tan elegante que parece que dieras forma a la realidad. Rompo el abrazo, me rompo. Tú me dices que soy cruel cuando te digo que no. Me dices que soy cruel cuando me resisto. Como si fuese cruel la ballena blanca por no querer recibir el arpón de Ahab. Como si fuese cruel mantener guardadas las gallinas para que no las devore el zorro. Miro el reloj y cuento hasta diez, hasta cien, hasta mil, esperando que esto que siento se haya acabado, pero podría contar millones, hasta que mi voz débil sea el pitido de un lecho de muerte, hasta que la velocidad angular de la aguja se detenga, tragada por los infinitos supernaturales, hasta que el fondo de la botella venga a buscarme, descorchada por el diablo en una noche de celebración. Como tú hacías. Como harás siempre. Podría contar mil veces, y no se acabaría. Eres indestructible y yo, en cambio, soy frágil, rompible por tus manos, como ese vidrio que ahora posa el diablo sobre la mesa, drenado ya el vino tinto que contenía. O quizá era mi sangre. Lo que sí que sé es que soy yo quien paga la cuenta, y me saldrá cara. A este paso no quedará ni una moneda cuando me haga falta para cruzar, tendré que limpiar los zapatos a los demonios que me encuentre hasta reunir calderilla, hasta tener la espalda hecha picadillo. Me dices que soy quisquilloso, que de qué me quejo. Quizá tengas razón. Pero es que he estirado tanto la caja torácica para hacerte sitio, que se rompió el esternón como un trueno. Y ahora me has hecho el regalo del espacio, y donde cabe uno cabe el doble, pero donde había dos ahora no hay ninguno. Te has agitado, sacudido, hasta que me has hecho caer de tu bolsillo. Papel usado, envoltorio de la nada, que acaba en el suelo. Me has cortado de tu vida, como un pedazo sobrante de pan duro, que pisotean al pasar los viandantes. Ahora que soy sólo migas, dime cómo podría abrazarte.

 


Texto e imagen por @javierlg1986

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